Somos la Iglesia de Cristo
En más de una ocasión
se nos ha preguntado si somos mormones, testigos de Jehová, católicos,
presbiterianos, adventistas, evangélicos, budistas, bautistas, protestantes; en
fin, cuanta religión hay sobre la tierra. Y simplemente contestamos que somos
cristianos. No tenemos nada en contra de nuestros amigos de otras religiones, a
quienes amamos y con los cuales compartimos; pero creemos que existe un patrón
bíblico por el cual debemos regirnos:
Un nombre bíblico
Nos
llamamos cristianos, sin otros apellidos o apodos. Las congregaciones se llaman
Iglesia de Cristo como en Romanos 16:16: "Las Iglesias de Cristo os
saludan". No se dice que una congregación es la iglesia del hermano fulano
de tal. Este fue el error de los corintios quienes decían: "Yo soy de
Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo". Pablo los reprendió
con la interrogante: "¿Acaso está dividido Cristo?" (1 Corintios
1:12, 13).
Un credo inefable
El
credo nuestro es la Biblia, único libro inspirado por el Espíritu Santo. Los
credos de concilios, los catecismos, las disciplinas, ¿no son todos estos nada
más que obras de hombres falibles? Pues, no los admitimos sino que hablamos
"conforme a las palabras de Dios" (1 Pedro 4:11), no yendo más allá
"de lo que está escrito" (1 Corintios 4:6).
Cómo adoramos
Si
nos visitas -y lo puedes hacer en cualquier ocasión, sin compromiso, como
observador- verás que adoramos "en espíritu y en verdad" (Juan 4:24).
No encontrará ningún desorden ni alboroto, pues, sometiéndonos a las
instrucciones del Espíritu Santo, hacemos "todo decentemente y con
orden" (1 Corintios 14:40). Varones fieles y de buen testimonio dirigen
los cultos. En cuanto a las hermanas, el Espíritu Santo ha ordenado: "Como
en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las
congregaciones" (1 Corintios 14:33, 34), añadiendo en 1 Timoteo 2:12:
"No permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre".
Por lo tanto, en los cultos de la iglesia de Cristo las mujeres no dirigen ni
predican.
Cómo oramos
Para
comenzar los cultos, elevamos una oración al trono de Dios. "Hay un sólo
mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5). Por
lo tanto, oramos sólo en el nombre de Jesús. No oramos todos a la vez en voz
alta, lo cual, si se hiciera, traería mucha confusión; sino que un hermano
dirige, los demás asintiendo por medio de decir el "amén" al final de
la oración.
Cómo cantamos (sin instrumentos)
Aunque
le parezca cosa extraña, la única música que usaba la iglesia del primer siglo
era vocal. Es la única que encontrará en la Iglesia de Cristo del siglo 20. No
tocamos guitarras, panderetas, maracas, trompetas, acordeones, pianos, órganos,
ni ningún otro instrumento. Cantamos. "Cantaré con el espíritu, pero cantaré
también con el entendimiento" (1 Corintios 14:15). "Hablando entre
vosotros con salmos, con himnos y alabando al Señor en vuestros corazones"
(Efesios 5:19). "Cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con
salmos e himnos y cánticos espirituales" (Colosenses 3:16). "¿Está
alguno alegre, cante alabanzas" (Santiago 5:18). Al visitarnos, sería muy
de nuestro agrado que cantara con nosotros, pero no haría nada fuera de orden
de no hacerlo.
Referente
al culto celebrado por los judíos bajo el Antiguo Testamento, durante la era
antes de la muerte de Cristo, sabemos que se usaban instrumentos. Pero,
debiéramos entender que cuando el Señor fue crucificado, el Antiguo Testamento
fue anulado, siendo quitado de en medio y clavado en la cruz (Colosenses 2:14-17).
Ahora, textos tales como el Salmo 150 no están vigentes. La Iglesia adora según
los mandamientos del Nuevo Testamento, no conforme a los del Antiguo
Testamento. "Al decir: 'Nuevo Pacto', ha dado por viejo al primero, y lo
que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer" (Hebreos
8:13).
Cómo ofrendamos
Si
asiste, como visitante, a una reunión de la Iglesia de Cristo, no se le pedirá
nunca ofrenda alguna, ni se le ofrecerá en venta artículo religioso alguno. No
somos como los que hacían del templo de Dios una "casa de mercado"
(Juan 2:13-17) o "cueva de ladrones" (Mateo 21:12,13). Predijo el
Espíritu Santo: "Por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras
fingidas" (2 Pedro 2:3). No somos de los que cumplen dicha profecía, pues
no vendemos bizcochos ni pasteles, ni discos, cintas grabadas, revistas, libros
o pañuelos ungidos, ni pedimos en las calles. Tampoco exigimos el diezmo, ya
que la ley de diezmar fue abrogada al morir Cristo en la cruz.
Hacemos
todas nuestras obras evangelísticas y benévolas mediante ofrendas dadas
voluntariamente el primer día de cada semana. Esto es bíblico. No todos los
días, sino "Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni
por necesidad, porque Dios ama al dador alegre" (2 Corintios 9:7). La
ofrenda "será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no
tiene" (2 Corintios 8:12).
Cómo celebramos la cena del Señor
En
los cultos celebrados el primer día de cada semana, los miembros de la Iglesia
de Cristo conmemoran la muerte del Señor por medio de comer el pan sin levadura
y tomar de la copa. Esta práctica es bíblica. Los primeros cristianos
"perseveraban... en el partimiento del pan" (Hechos 2:42), o sea, en
la cena del Señor. "Perseveraban"; es decir, partían el pan a menudo.
¿Cuando? Hechos 20:7 dice que lo hacían los domingos. "El primer día de la
semana (domingo), reunidos los discípulos para partir el pan...". Otros
textos, tales como 1 Corintios 10:16-22 y 11:17-34, enseñan cómo se debiera
celebrar la cena. Desde luego, sólo los miembros de la Iglesia tienen derecho
de comer la cena.
Cómo celebramos la cena del Señor
Tú
también podrás tener la dicha de comer la cena y gozar de muchas otras
bendiciones en Cristo al hacerte miembro de esta Iglesia auténticamente
bíblica. A fin de lograrlo y así salvarte, sólo tienes que hacer lo que dijo
Cristo. "El que creyere y fuere bautizado (sumergido), será salvo"
(Marcos 16:16). Dijo Pedro: "Arrepentíos, y bautícese... para perdón de
pecados" (Hechos 2:38). Si cree, se arrepiente y se bautiza, Cristo le
añadirá a Su Iglesia (Hechos 2:47), y, perseverando en santidad, estará,
preparado para el día cuando el Señor venga para llevar su pueblo a la gloria
celestial. Pues, ¡sea salvo ahora! Conviértase a Cristo. Bautícese cuanto antes
y hágase miembro de una congregación regida por las doctrinas y normas del
Nuevo Testamento. Dios te bendecirá ahora y siempre. -.-
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