Todo aquél que comete pecado, infringe también la ley, pues el pecado es infracción de la ley" (1 Juan 3:4), Usted puede ver, por medio de esta escritura, que el pecado es algo que se opone a la ley de Dios. En otras palabras, todo aquello que se oponga a las enseñanzas del evangelio (el Nuevo Testamento) es pecado. He aquí la manera de cómo lo dice Juan: "Toda injusticia es pecado" (1 Juan 5:17). Hay tres modos diferentes de cómo podemos pecar.
Primero, pecamos al hacer lo que la palabra de Dios claramente prohibe. Cosas tales como, fornicación, adulterio, borrachera, idolatría, mentira, robo, asesinato, odio y codicia. Los siguientes pasajes enumeran algunas de las cosas que debemos evitar: Mateo 15:19; 1 Corintios 6:9,10; Gálatas 5:19-21; Efesios 4:25-31; 5:3,4; 2; Timoteo 3:2-4; 1 Juan 3:15.
Segundo, pecamos al no hacer lo bueno. No sólo pecamos al entregarnos a las cosas antes mencionadas, sino también al dejar de hacer lo bueno cuando indiscutiblemente tenemos que ponerlo en practica. En otras palabras, Dios no solamente quiere que nos abstengamos del mal, sino que también desea que hagamos lo bueno. Santiago dice: "Y el que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado" (Santiago 4:17).
Tercero, pecamos cuando llevamos una actitud incorrecta. El Nuevo Testamento no sólo censura los actos externos, sino también las cualidades internas como el corazón, los motivos, las intenciones y los deseos. Considera los pasajes tales como Mateo 5:21-22, 27-28 y Marcos 7:21.
El pecado empezó con Satanás. Juan dice: "El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo" (1 Juan 3:8). Por esta razón aquéllos que viven una vida de pecado son considerados como si fueran hijos del diablo (Juan 8:44; 1 Juan 3:10).
Satán está siempre tratando de conducirnos al pecado (Juan 13:2; Hechos 5:3). El hace esto por medio de la tentación (1 Corintios 7:5; 1 Tesalonicenses 3:5). La tentación excita nuestros naturales deseos de la carne (Santiago 1:14; 1 Juan 2:15-17).
No. Solo somos culpables de pecado cuando le damos paso a la tentación (Santiago 1:12,15). Hasta Jesús fue tentado, pero no pecó (Hebreos 4:15; Mateo 4:1-11). El hecho de que Adán y Eva fueran tentados por lo que el diablo les pusiera delante no los convirtió en pecadores. El pecado aconteció cuando cedieron a la tentación y quebrantaron, de esa manera, la ley de Dios. Lo mismo ocurre con nosotros. Dios no nos considera pecadores porque seamos tentados. Llegamos a ser culpables de pecado sólo cuando nos dejamos dominar por la tentación y ofrecemos resistencia a la ley de Dios.
Toda persona responsable por sus actos ha pecado. Ninguno de nosotros tiene derecho de afirmar: "¡No soy culpable!" Pablo dice: "No hay justo, ni aun uno" (Romanos 3:10). Después, en el mismo capítulo añade: "por cuanto todos pecaron, y están destituídos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23).
Puesto que todos hemos pecado, y la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23), debemos de buscar todo nuestro apoyo en la gracia de Dios, si es que deseamos ser salvos. Esta gracia se mantiene al alcance de todos. Pablo afirma que somos "justificados (perdonados) gratuitamente por su gracia, mediante la redención (salvación) que es en Cristo Jesús" (Romanos 3:24).
No podemos esperar la salvación como resultado de nuestra buena conducta o buenas obras. Somos pecadores. No hay ninguna diferencia si hemos pecado poco o mucho, pues de cualquier modo hemos quebrantado la ley de Dios. Debemos admitir nuestra culpabilidad y buscar el perdón de acuerdo con el plan de Dios. Las "buenas nuevas" consisten en que Dios ha provisto un medio, y que podemos ser salvos.
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